Corporación Ensamble Vocal de Medellín

Érase un pájaro

Por: Sara Jaramillo Klinkert

Te voy a confesar cómo la hermana Josefina se convirtió en pájaro, porque una cosa es cantar como un pájaro y otra muy diferente convertirse en uno. Muy pocos conocieron su cara. Había entrado al convento siendo una niña y, desde que se ordenó, empezó a usar ese ridículo hábito que le cubría hasta los pensamientos. Dicen que ella misma lo diseñó. Sólo se le veían los ojos y eso si te esmerabas en encontrarlos al otro lado de esa tela negra que le cubría la cabeza entera.

La veías a menudo caminando sola por los corredores o sentada en la banca del jardín echándole migas de pan y arroz a los pájaros, siempre cubierta de pies a cabeza, como si fuera un espectro. Rara vez hablaba con alguien diferente a sí misma. Si ponías atención, la oías balbucear frases sin sentido. Cuando amanecía en sus días de pájaro no paraba de silbar. Silbaba tan bien que los demás pájaros se callaban a su paso. Tan bien, que la madre Concepción decidió incorporarla al coro. Si la gente empezó a ir a misa fue solo por oírla silbar. Hay que ver la cantidad de público que atraía. Alguna vez hasta apareció un productor musical con dinero bajo el brazo y la promesa de grabar un disco, pero Concepción se negó porque Dios le dijo en un sueño que eso iba en contra de la austeridad. ¿Te imaginas a un coro de monjas de gira? Sin duda sus silbidos habrían llenado más de un teatro y dejado dinero para cambiar las tejas del techo y eliminar las goteras. Ya para ese momento, la hermana Josefina comía nada más que arroz y migas de pan. Adelgazó bajo el hábito sin que nadie lo notara porque, la verdad, es que bajo ese hábito nadie podía ver lo que pasaba. Era la que primero se dormía, eso sí, apenas salía el sol, la oías silbando sin falta con un vigor impropio en ella. Nunca salió del convento y, por extraño que parezca, nunca se enfermó. Nadie recuerda que hubiera recibido alguna visita. Daba la sensación de ser una mujer solitaria pero no hay que confundirse: una cosa es estar sola y otra sentirse sola.

Poco después de mi ingreso al convento la hermana estaba tan débil que mi función consistía en andar detrás de ella todo el tiempo como si fuera un guardaespaldas. Como cosa rara los silbidos jamás perdieron potencia. Y fíjate que hay muchos que siguen pensando que fue culpa del arzobispo, del sol, de la desnutrición, de la supuesta abeja que la picó. A muy pocas personas les he revelado lo ocurrido, sé que soy la única que sabe la verdad y, si algo he aprendido durante mi preparación como monja, es que hay verdades que es mejor mantener ocultas.

El día en que Josefina se convirtió en pájaro decidieron sacar el coro al jardín para honrar la visita del arzobispo. No los culpo, hacía un día soleado y precioso, podías ver las flores repletas de mariposas y abejas, llevando polen de aquí para allá y haciendo estornudar a todo el mundo. La hermana se desplomó mucho antes de que yo pudiera hacer algo, su cuerpo ni siquiera hizo ruido al caer. Me agaché, le descorrí el velo para que circulara el aire y antes, mucho antes de caer en cuenta de que estaba muerta, vi salir volando al canario que mantenía oculto bajo el aparatoso hábito. Los que vieron a lo lejos una mancha amarillosa salir disparada desde su pecho hacia el cielo, aseguraron que se trataba de su alma. El arzobispo regó la versión de que la hermana Josefina se había convertido en pájaro porque, en la huida, el canario dejó un reguero de plumas y otras más fueron encontradas dentro del hábito. Nadie se atrevió a contradecirlo porque, si algo nos han enseñado a las novicias, es que al arzobispo no se le contradice nunca.

Desde entonces, el rumor de que el espíritu de la hermana pájaro merodea por los jardines del convento no ha hecho sino crecer el mito, muchas personas vienen a oírla silbar, las ves agolpadas al otro lado del muro esperando oír aunque sea un silbido, la prueba divina de que es posible, después de muerto, convertirse en aquello que uno ama. Yo, por mi parte, paso largas horas sentada en la banca del jardín y siempre me aseguro de tener granos de arroz y migas de pan escondidas entre el bolsillo.

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La Corporación Ensamble Vocal de Medellín es una entidad cultural sin ánimo de lucro, a la que pertenecen los coros Ensamble Vocal de Medellín y Capella Nova. Fue creada en 1996 por su actual director Jorge Hernán Arango García. Tiene como objeto la promoción y el fomento de la actividad musical, la formación de actividades musicales, la creación de eventos y, la promoción, administración y difusión de programas de carácter educativo y cultural. Una de sus principales actividades es la organización anual del Festival Coral Internacional de Medellín "José María Bravo Márquez", con la participación de coros locales, nacionales e internacionales.

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